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El documento, que forma parte de la línea editorial “Cuadernos del Sistema de Información de Género” de Inmujeres, deja en evidencia la necesidad de integrar la perspectiva de género a la comprensión y medición de la pobreza, lo que implica considerar la sobrecarga de trabajo no remunerado (doméstico y de cuidados) de las mujeres resultado de la división sexual del trabajo.

El módulo de uso del tiempo de la Encuesta Continua de Hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas en 2007 evidenció que mientras las mujeres dedican en promedio 36 horas de trabajo no remunerado, los varones realizan 16 horas. La dedicación de las mujeres al trabajo no remunerado y la menor valoración de estas tareas limitan su participación en la toma de decisiones en el hogar, dificultan o impiden la generación de ingresos propios.

Cabe destacar que una de cada cuatro mujeres del primer quintil de ingresos per cápita no posee ingresos propios, siendo el 16% del total de las uruguayas las que se encuentran en dicha situación. Asimismo, esta sobrecarga de trabajo de las mujeres también limita la participación en el ámbito educativo, así como en los propios programas sociales que se proponen abordar la pobreza.

Este estudio presenta indicadores cuantitativos que dan cuenta de que a pesar de que es similar la proporción de mujeres y varones pobres (13 % aproximadamente), las mujeres en edad reproductiva (18 a 49 años) se encuentran más expuestas a la pobreza. Asimismo, el informe presenta metodologías aplicadas en la región que buscan superar las limitaciones que presenta el método tradicional de medición de la pobreza (las líneas de pobreza basadas en ingresos del hogar) incorporando dimensiones claves para la comprensión de la pobreza de las mujeres como la pobreza de tiempo.

Al medir la pobreza de tiempo de la sociedad uruguaya, con los últimos datos disponibles -EUT 2007- se evidenció que un 52% de las mujeres eran pobres de tiempo, mientras en el caso de los varones este porcentaje alcanzaba a 11%.

Esta investigación constituye un insumo en la elaboración de políticas públicas y sobre todo en las de abordaje a la pobreza. Propone la imperiosa instalación de políticas tendentes a la redistribución de las tareas de cuidado entre varones y mujeres, y entre el Estado y las familias. Asimismo exhorta a considerar las necesidades diferenciales de varones y mujeres (embarazo, lactancia, cuidados como causas de abandono) en los programas socioeducativos y sociolaborales para diseñar acciones eficaces. Sumado a esto, señala la necesidad de que el diseño de programas sociales, así como sus instrumentos de medición de línea de base, selección de población objetivo, monitoreo y evaluación consideren la pobreza de tiempo de las mujeres.
 

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