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El Día Mundial de la Población ofrece un momento para celebrar el progreso humano. A pesar de sus desafíos, nuestro mundo es uno en el que la proporción de personas con acceso a educación y a vidas más saludables es más grande que en cualquier otro momento anterior en la historia. Las sociedades que invierten en su gente, en sus derechos y opciones, han demostrado, una y otra vez, que este es el camino a la prosperidad y la paz que todas las personas quieren y desean. 

Tengamos ese hecho en mente cuando, en los próximos meses, el número total de personas en el mundo alcance 8 mil millones. Este hito atraerá mucha atención y debates, y probablemente alarmismo por ese número “excesivo” de personas. Eso sería un error. 

Centrarse únicamente en las cifras de población y los índices de crecimiento a menudo conduce a medidas coercitivas y contraproducentes, lo mismo que a la erosión de los derechos humanos, por ejemplo, a presionar a las mujeres para que tengan hijos o impedirles que lo hagan. Eso puede acentuar desigualdades que ya de por sí son graves, por ejemplo, como resultado de políticas que interrumpan servicios de salud reproductiva o nieguen pensiones adecuadas a las personas mayores, marginando aún más a las personas más desfavorecidas.  

La historia de la población es mucho más rica y con más matices de lo que una cifra por sí sola puede capturar. Puede que hoy por hoy existan más personas en el mundo, pero algo igualmente importante es la diversidad demográfica sin precedentes que vemos en la población mundial. Un número cada vez mayor de países enfrentan el envejecimiento de su población, y aproximadamente dos terceras partes de la población mundial ahora viven en un país o región con una fecundidad por debajo del nivel de reemplazo, o de menos de 2.1 nacimientos por mujer. Otros tienen poblaciones jóvenes y en crecimiento. Y cada vez más personas se encuentran en una situación de movilidad, ya sea por decisión propia o como resultado de crisis que van desde conflictos hasta el cambio climático. Entender estos cambios es fundamental para aprovechar las oportunidades y mitigar sus desventajas potenciales. 

Las personas son la solución, no el problema. En el UNFPA promovemos acciones para medir y anticipar los cambios demográficos. Cada país debería contar con la información que requiere para satisfacer las necesidades de diversos grupos de población y garantizar que las personas puedan desarrollar su potencial pleno. Cuando las personas tienen el poder de tomar decisiones informadas acerca de tener hijos o en qué momento hacerlo, cuando pueden ejercer sus derechos y responsabilidades, pueden superar riesgos y convertirse en los cimientos de sociedades más inclusivas, adaptables y sostenibles.  

Alcanzar esta resiliencia demográfica comienza con el compromiso de contabilizar no solo los números de personas, sino también las oportunidades de progreso y las barreras que se interponen en su camino. Esto exige transformar las normas discriminatorias que impiden el avance de las personas y las sociedades. También nos conducirá a economías que funcionen para todas las personas en lugar de unos cuantos, lo mismo que a un uso equitativo de los recursos que nos permita mitigar riesgos y satisfacer las necesidades de las generaciones presentes y futuras.  

Somos mucho más que un número, tal como sucede con la familia humana. Las cifras importan, pero contemos con cuidado. Un mundo resiliente de 8 mil millones de personas, un mundo que haga valer los derechos humanos y la capacidad de decidir, ofrece posibilidades infinitas para que las personas, las sociedades y el planeta que compartimos puedan progresar y prosperar.